viernes, 30 de mayo de 2008

La tecnología al servicio del arte


En uno de los cursos durante mis estudios universitarios de pregradado —corrían los días inciertos de la segunda mitad de la década de los ochenta, del siglo pasado—, había un profesor que, en sus clases, casi siempre traía a cuento el tema del inminente fin del arte y, con ella, desde luego, de los artistas, como consecuencia de los gigantescos avances tecnológicos que se estaban gestando por entonces en el área de la informática. Según él, gracias a la computadora personal o PC, en el futuro mediato el arte estaría al alcance de todos y sería un producto de exclusivo origen digital y no la materialización en belleza de las pulsiones humanas.

Veinte años después, el anunciado Apocalipsis de las artes (y de los artistas), como lo pronosticaba mi profesor de pregrado, todavía no asoma la nariz en el horizonte. Al menos no a mi modo de ver, por supuesto. En cambio la tecnología se ha convertido en una herramienta fundamental a la que los creadores de todas las tendencias y disciplinas del arte han echado mano para hacer más fácil su labor; incluso, en algunos casos, ha contribuido a aumentar su productividad puesto que, gracias a la tecnología, han podido deshacerse de tareas rutinarias que antes les significaban un lastre. ¿Quién puede imaginarse en nuestros tiempos a un escritor que no utilice las ventajas de un buen procesador de palabras? Sin duda los que tal vez aún existan, en algún apartado rincón del planeta, no lo harán por gusto propio si no por limitaciones de otra índole. Mis primeras obras, por ejemplo, las escribía a lápiz y cuando se me presentaba la ocasión de que un amigo me prestara su máquina de escribir, aprovechaba para pasarlas en limpio. Entonces, como solía decir Bolaño, era más pobre que una rata. Sin embargo, aquella impoluta versión de mi manuscrito duraba poco, demasiado poco, la verdad, porque enseguida comenzaba a tachar y hacer correcciones sobre ella hasta que la dejaba mucho peor a la que la había precedido, la versión escrita a mano. Ahora me aterra siquiera pensar en la posibilidad de transitar de nuevo por aquella etapa.

Bien, llegados a este punto: ¿Qué diría un guionista de cine o TV si le dijera que, gracias a la tecnología, pronto podrá contar con un software que lo ayudará profusamente en su oficio de crear historias?

Se trata nada más y nada menos que del proyecto Escriba, en el que desde hace aproximadamente un par de años viene trabajando Frank Baiz. Aunque esta fecha no es más que un decir, puesto que detrás de Escriba hay no menos de 20 años de experiencia, los mismos que le han servido a Frank para desarrollar y pulir su particular y efectivo modelo para la escritura de guiones. Pero voy a dejar que sea el propio Frank, con sus propias palabras, que explique de qué va Escriba:

El proyecto Escriba se basa en un modelo que he venido desarrollando y que busca sistematizar ciertos elementos básicos de la dramaturgia del guión. En particular, el modelo se ocupa de articular la historia entendida como sucesión de acciones orientadas hacia un fin (base de muchos modelos conocidos, desde el paradigma de Syd Field hasta el utilísimo viaje del héroe), y la historia entendida como itinerario de "transformación" de un personaje, lo que comúnmente se llama "arco del personaje", es decir, de articular "el viaje interno" con "el viaje externo", y esto con la finalidad de que el escritor ejerza cabalmente su creatividad en el terreno de la invención y no se vea entorpecido por el problema de la estructuración. El modelo busca asegurar la mencionada articulación en varios niveles, desde la estructura base, hasta la escena. Por ahí va lo teórico. En lo que se refiere al aspecto práctico, Escriba ofrecerá al escritor tanto el apoyo del formato, como de la organización y el acceso cómodo e inmediato de todo el material que se necesita a la hora de escribir el guión, característica que lo hará útil para cualquier escritor —incluyendo a aquellos que pudieran interpretar el modelo como algo que "restringe su creatividad" (temor que desaparece cuando se discierne cuáles son los niveles en los que trabaja un modelo sobre cualquier discurso)—, como también varios "asistentes" que, con base a preguntas y respuestas, permiten ir construyendo la estructura que sustenta la sinopsis, la escaleta y la dinámica de los personajes dentro de cada escena. El software se programa en .NET, por lo que es factible que además de correr en Windows, pueda ser soportado por otros sistemas operativos.

He tenido la oportunidad de ver en funcionamiento, un par de veces, el software de Frank y no exagero al decir que en ambas oportunidades he quedado gratamente sorprendido. Lo que destacaría de estas dos primerísimas versiones in progress (puesto que el software, a pesar de estar muy adelantado, todavía no cuenta con una versión beta) es la sencillez y el grado de interactividad que ofrece al usuario. Desde luego hay que aclarar que, como otros software de este tipo, Escriba se basa en un modelo teórico que hay que entender para estar en capacidad de sacarle el mayor provecho posible. No basta con tener claras las ideas del guión que se desea escribir antes de sentarnos frente a la pantalla de nuestro computador, con la aplicación cargada y esperando a que comencemos a utilizarla, sino que previamente es necesario haberse empapado de su “lenguaje” para poder interactuar de manera efectiva con ella. Pero como dice Frank, su modelo es de fácil asimilación y se basa en el muy popular “viaje del héroe”, conocido, supongo yo, por todos aquellos que aspiran a convertirse en contadores de historias. Por fortuna, y de nuevo recurro a palabras del propio Frank, “el software vendrá acompañado de una generosa documentación en la que reside el conocimiento teórico previo que se necesitará para manejarlo, traducido al lenguaje más sencillo posible”. No podía ser de otro modo.

Los interesados en el software pueden desde ya acceder al enlace Escriba Software y apuntarse en una lista que promete una oferta de lanzamiento (aún cuando la página está en construcción, cuenta con la útil sección de preguntas más frecuentes) o visitar el blog de La página del guión, donde Frank suele publicar avances relacionados con su proyecto. A partir de ahora también yo, desde mi blog, adelantaré una que otra información relacionada con Escriba. Sobre todo cuando tenga instalado en mi notebook la tan esperada versión beta del software. Así que pendientes...

lunes, 26 de mayo de 2008

Mensajes en la pared en Booksur.com

En varias ocasiones visitantes de este blog, que residen fuera de Venezuela, me han escrito a mi cuenta de correo electrónico solicitándome información sobre dónde podían adquirir mi libro de relatos Mensajes en la pared. Naturalmente mi respuesta era que sólo estaba a la venta en Venezuela. Sin embargo, desde hace algunos meses, Mensajes en la pared también puede adquirirse a través de la página web de Booksur.com.

Booksur.com es una filial de Libros Andinos, con cede en la ciudad de Miami, especializada en la distribución de libros de la región: “ofrecemos cerca de 100,000 títulos de libros producidos en la región andina: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Nos establecimos en 1970 y nos convertimos en una librería especializada en temas andinos”, es la oferta que puede leerse en su página web.

De modo que aquellos interesados en leer Mensajes en la pared, que viven fuera de Venezuela, ahora pueden adquirirlo a través de Booksur.com siguiendo con atención los pasos que allí se indican. Recomiendo, antes que nada, leer con cuidado la sección de preguntas frecuentes para evitar confusiones.

sábado, 24 de mayo de 2008

Laberinto interior

Según los conocimientos actuales, los primeros que imaginaron el concepto del laberinto fueron los antiguos mesopotámicos. Estos le arrancaban las tripas a los animales, o, a veces, los intestinos a los seres humanos, y, según la forma que tuvieran, predecían el futuro. Sentían admiración por lo complejo que eran. Así que la forma del laberinto remite a las entrañas. Es decir, que el principio de laberinto reside en tu propio interior. Y éste se corresponde con el laberinto exterior.


Haruki Murakami

jueves, 15 de mayo de 2008

El oído de Flaubert y el subconsciente


Cuentan que Flaubert solía hacer las correcciones de estilo de sus textos al aire libre, en una pequeña alameda de tilos cercana a su casa de Croisset. Allí, mientras recorría la alameda, se entregaba a la lectura de sus escritos en voz alta, dejando la responsabilidad mayor del trabajo a su oído. Así lo relata Mario Vargas Llosa en el libro Cartas a un joven novelista:

No sé si usted sabe que Flaubert tenía, respecto del estilo, una teoría: la del mot juste. La palabra justa era aquella —única— que podía expresar cabalmente la idea. La obligación del escritor era encontrarla. ¿Cómo sabía cuándo la había encontrado? Se lo decía el oído: la palabra era justa cuando sonaba bien. Aquel ajuste perfecto entre forma y fondo —entre palabra e idea— se traducía en armonía musical. Por eso, Flaubert sometía todas sus frases a la prueba de “la gueulade” (de la chillería o vocerío). Salía a leer en voz alta lo que había escrito, en una pequeña alameda de tilos que todavía existe en lo que fue su casita de Croisset: la allée des gueulades (la alameda del vocerío). Allí leía a voz en cuello lo que había escrito y el oído le decía si había acertado o debía seguir buscando los vocablos y frases hasta alcanzar aquella perfección artística que persiguió con tenacidad fanática hasta que la alcanzó.

En la enésima relectura que hago del libro de Vargas Llosa, caigo en cuenta de que un texto que escribí hacia finales de 2002, y que colgué aquí en junio del año pasado, está sin duda inspirado o influenciado por la anécdota del oído de Flaubert. A veces pensamos que hemos dado con una idea original y en el fondo no es más que un enfoque de la idea de otro, que leímos y creíamos olvidada, sin embargo, esa idea se mantuvo, permaneció agazapa en nuestro subconsciente para brotar tiempo después como si fuera realmente nuestra. ¿A esto se refería Borges al afirmar que toda creación era de una u otra forma un plagio?

Los curiosos pueden leer el texto del que hablo haciendo clic aquí.

jueves, 1 de mayo de 2008

La literatura como pararrayos


Poco a poco uno va llenándose de libros. Por aquí y por allá se van acumulando las pilas puesto que en los anaqueles de la biblioteca ya no queda lugar disponible. Todavía así nunca parecen suficientes.

Libros de viejos y queridos autores que hemos convertido en nuestros libros de cabecera. Otros de autores recientes y por descubrir. Algunos leídos en la adolescencia, que nos negamos a releer, porque tememos no reencontrar en ellos la magia que en su momento nos trastocó.

Y es que los libros, como los seres vivos, también cambian con el paso del tiempo, se van haciendo viejos (y aquí no me refiero, desde luego, a su aspecto puramente físico, sino a algo más recóndito), unos con mayor rapidez que otros.

Incluso hay libros que pese a haberlos adquirido años atrás, aún conservan, intacta, la envoltura original, virgen, sin una sola rasgadura. Libros que quizá nunca llegaremos a leer.

En mis años de informático, cuando el dinero no era un problema serio —no como ahora, quiero decir, porque el dinero fue, es y será siempre un problema serio en nuestras sociedades— acostumbraba a comprar libros aún a sabiendas de que no podría leerlos. Al menos no de inmediato. En aquel tiempo mi promedio de lectura era realmente patético, lastimoso. Tan sólo dos o tres libros al año. No más. Aún así era difícil resistirme a la tentación de entrar en una librería y salir, rato después, cargado de libros. Y si esa librería echaba sus anclas en ciudades como Buenos Aires, Ciudad de México o Bogotá, la experiencia se tornaba todavía más intensa y desestabilizadora. Ahora estoy seguro de que en aquellos años, sin saberlo, me aboqué a la tarea de construir una especie de fondo de libros para esta otra etapa que vivo en la actualidad, en la que, por muchas razones, comprar un libro ya no es lo mismo que antes.

Precisamente de aquellos años data el libro —releído una y otra vez en no pocas ocasiones— del que quiero hablar en este post. Y quizá en los siguientes. Se trata de un libro ideal para quienes nos iniciamos en el arte de contar historias, escrito por un consagrado e inigualable contador de historias: Mario Vargas Llosa. ¿Su título? Cartas a un joven novelista (Editorial Planeta, 1997).

Vargas Llosa estructura su libro como epístolas dirigidas a un interlocutor, aspirante a novelista, con el que mantiene una íntima, sincera, didáctica y muy extensa correspondencia. A veces, mientras avanzamos en la lectura, nos sentimos como fisgones que hemos violentado un espacio creado exclusivamente para dos. Y otras, incluso, como los destinatarios del texto que leemos. Pero no es en la forma, sino en el contenido, donde se halla lo sustancial de Cartas a un joven novelista. Vargas Llosa, de una manera sencilla, amena y en extremo inteligente, dicta cátedra, una clase magistral en el arte de contar historias. Allí reflexiona sobre las motivaciones, la vocación, las perspectivas, la disciplina y perseverancia de alguien que ha decido elegir el oficio de escribir. Pese a estar enfocado hacia el género de la novela, creo que funciona con igual validez para el resto de los géneros literarios (sobre todo los narrativos, como el relato y la crónica) que tienen como meta principal precisamente ésa, la de contar historias. “La predisposición a fantasear nada más que como umbral del verdadero ejercicio de la literatura; la indisoluble relación fondo-forma, el estilo, la técnica narrativa, la voz propia, el tiempo, el poder persuasivo de una historia, la organización del relato, la ambigüedad, los datos escondidos, las ‘mudas’ de una historia”, son, entre otros, algunos de los tópicos que, con la precisión de un neurocirujano, el autor aborda en Cartas a un joven novelista. Sin duda, un libro de obligada y reiterada relectura para cualquier novel escritor.

En lo sucesivo, iré posteando aquí algunas de las notas que he tomado durante mis relecturas del libro de Vargas Llosa; en su mayoría citas o fragmentos que he considerado relevantes para acercarles la lupa.

Con la intención de que sirva de abreboca a curiosos o interesados en el tema, aquí va el primer fragmento:

Tal vez el atributo principal de la vocación literaria sea que quien la tiene vive el ejercicio de esa vocación como su mejor recompensa, más, mucho más, que todas las que pudiera alcanzar como consecuencia de sus frutos. Ésa es una de las seguridades que tengo, entre muchas incertidumbres sobre la vocación literaria: el escritor siente íntimamente que escribir es lo mejor que le ha pasado y puede pasarle, pues escribir significa para él la mejor manera posible de vivir, con prescindencia de las consecuencias sociales, políticas o económicas que puede lograr mediante lo que escribe.

¿Acaso hubiera podido elegir un mejor fragmento para dar inicio a esta especie de vía crucis literario?

Puede que sí, pero he comenzado por éste porque sin duda me toca en lo inmediato.